Profesor de historia de secundaria y uno de los referentes nacionales de la novela ambientada en tiempos ya pasados, Emilio Lara cerró el pasado jueves el ciclo de conferencias ‘Santiago, historias de un Camino prodigioso’ con una ponencia sobre la importancia de la ruta peregrina en el desarrollo de la Europa que hoy en día conocemos.
Tengo una atracción muy grande con Galicia. Quizá, por ser del sur, me gusta tanto el norte. Muchos de mis escritores favoritos son gallegos, por no decir mi favorito, Álvaro Cunqueiro. También me gusta más el folclore gallego que el andaluz, por ejemplo.
Antes, el principal motivo de peregrinación era religioso, pero ahora ya no. ¿También había en el
pasado otras razones?
En el pasado el peso de la religión era tremendo. El Camino siempre tenía un fondo religioso, pero también aventurero, comercial, de transmisión de conocimiento… Como hoy en día. También había trobadores del sur de Francia que trajeron los cantares de gesta, origen del Cantar de Mío Cid, el más grande de la historia. Pero evidentemente, el fermento religioso era fundamental.
Como escritor, ha escrito sobre muchos periodos históricos. ¿Cuanto más atrás está ambientada la novela, más difícil es documentarse y narrar?
No necesariamente. Como soy historiador, estoy cualificado para documentarme específicamente sobre determinada etapa para escribir ficción. Hay que tener en cuenta que en la novela histórica ha de primar el elemento literario sobre la documentación histórica, y un exceso de documentación ahoga el elemento narrativo en la obra. Cuando uno quiere abordar un determinado acontecimiento histórico, que a veces no haya demasiada documentación no es un problema para el novelista: es un reto. Con su creatividad tiene que rellenar esas lagunas documentales.
En su última novela, ‘Centinela de los sueños’, narra cómo justo antes de la II Guerra Mundial, los ingleses mataron en masa a sus mascotas. ¿Fue algo puntual o hubo más episodios así en la historia?
Fue algo muy puntual, y llama más la atención por ser en Inglaterra. Si hay algún pueblo caracterizado por querer a sus mascotas, es el inglés. Eso pasó por el recuerdo reciente que tenían los ingleses de la I Guerra Mundial, y estaban absolutamente convencidos de que los alemanes iban a bombardear Londres o lo iban a invadir. Pensaban que si sus casas quedaban destruidas o los dueños morían, ¿quién cuidaría de sus mascotas? El sacrificio de los animales, aunque parezca paradójico, fue un acto de amor. Luego se dieron cuenta de que era una barbaridad, e hicieron algo muy típico de los ingleses: correr un tupido velo. Fue una historia tan convulsa desde el punto de vista emocional que cuando lo leí en el XL Semanal dije: «Esto tiene que ser una novela».
Como profesor, ¿cree que la historia se enseña mal en los colegios?
Como con cualquier asignatura: depende del profesor. Las materias están bien o mal transmitidas en función del docente. La historia tiene que apasionar y entretener al alumno y enseñarle a pensar en términos históricos. Ha de entender los acontecimientos y que la historia es como una muñeca matrioska: el pasado pervive en presente, uno dentro de otro. A los alumnos se les engancha si ellos, a la hora de reconstruir el pasado, lo reviven con empatía y emoción. Y esto tiene que ver con el auge continuado durante más de 35 años de la novela histórica, que cuando leen, además de aprender, se están emocionando.
¿Podría explicarse ese éxito porque estamos sometidos a tal cantidad de información sobre el presente que queremos recapitular un poco?
Para mí, la buena novela histórica habla del presente a través del pasado. Una buena narración tiene que hacernos viajar al pasado con un billete de vuelta al presente. Sí, una de las causas es la saturación de la información, vivimos una vida absolutamente acelerada, necesitamos hacer un parón entreteniéndonos y buscando en el pasado alguna explicación del presente.
Para entender el presente hace falta conocer el pasado, cree entonces.
Sí, porque, si no, el entendimiento del ahora sería muy fragmentado y superficial. Y no creo que conocer la historia conlleve no repetir los errores del pasado, es una frase muy bonita, pero no es la realidad. Conocer la historia nos hace más libres ante nuestro propio criterio y nos volvemos menos manipulables.
Si viviera 150 años más, ¿sobré qué escribiría de nuestra época?
Sobre cualquier cosa menos la pandemia y el coronavirus. Cuando fue la gripe española entre 1918 y 1919, no hubo ninguna novela escrita en los años posteriores sobre la epidemia. La gente quería olvidar aquello, quería vivir.
En cambio, algunos autores sí crean sus obras con la pandemia como tema, a pesar de que reciben bastantes críticas.
Es lógico, a río revuelto, ganancia de pescadores. Puede ser un tema muy atrayente para autores que carecen de creatividad, pero es que todavía hay que dejar un margen. Por ahora, seguimos en el tiempo del periodismo.
En su charla, su colega Isabel San Sebastián dijo que la tradición es una fuente tan válida como los hechos documentados. ¿Coincide con ella?
Sin duda. La tradición es muy válida, y uno de los principios generales del derecho es precisamente la costumbre.
Fuente: ABC ES